Diego Baquero (@DiegoBaco23)
Entiéndalo como aquel que
asesina dentro del área. No lo es, y aquel que piense que el área es su hábitat,
peca por conocer poco o nada de la teoría de esto que llamamos futbol. Recorrer
todo el campo es su pasión. Recibir, ordenar y pasar su necesidad. Aunque suena
poco, los que entienden saben que no es más. Omar Sebastián Pérez, aquel número
10 que tanto tiempo anhelamos aterrizo en un futbol hostil y en una hinchada
impaciente e irrespetuosa. De a poco se ganó el respeto, con mucho conquistó el
cariño, y con una idea se apodero del corazón de cada uno de nosotros. Ubicado
en esa zona del campo que sabe manejar como pocos, supo establecer una idea de
juego. Esa de ser protagonistas, de ir a buscar, acá y allá, esa idea que con
el tiempo se convirtió en una identidad. Por fin, los santafereños sabíamos a
que nos enfrentábamos cada vez que el equipo salía a la cancha.
La figura de enganche la
sabe manejar a la perfección. Ubicado siempre por delante de los volantes de
marca, Omar antes de recibir la pelota ya sabe que va a hacer con ella.
Potencia de muy buena manera a los volantes-laterales pues siempre que recibe,
alguno de los dos, o en un mejor escenario, los dos, ya están corriendo por
toda la línea de cal en busca de una habilitación de Omar que genere opciones
de peligro. Y no solo con los volantes; Omar sabe aprovechar muy bien la
velocidad que pueden llegar a tener los delanteros que están en constante
movimiento y realizando diagonales y desmarques que beneficien al colectivo,
pues todo esto lo único que genera son espacios que pueden, y deben, ser
aprovechados por el equipo para lograr llegar al área contraria.
Esa imponencia, esa
delicadeza, esa agresividad pero a la vez, esa belleza con la cual sale a la cancha,
con la, merecida de por cierto, banda de capitán, nos hace saber a qué vamos a
jugar. Muchos lo quieren, incontables lo corean, otros le hacen banderas, pero
el real valor de tener a Omar Sebastián en nuestro equipo es saber que con él
en cancha, podemos perder, podemos empatar o podemos ganar, pero el camino
siempre va a ser el mismo. La planificación que se puede llegar a tener por
parte del cuerpo técnico se puede disolver en cualquier momento pues una
genialidad del pelado puede resolver un partido. Las ganas de vivir entre
líneas de Omar pueden romper cualquier esquema y cualquier idea. Saber posicionarse
dentro de la cancha es una virtud que muchos tienes pero pocos aprovechan.
Vivir entre líneas, esa diferencia entre los que corren y entre los que
piensan. Y he aquí, uno de los mejores exponentes de lo anteriormente dicho.
Omar piensa, los demás corren.
Es Omar, el diez, el nuevo
emblema, el que adquirimos por miedo a perder y dejar en el olvido a ese que se
ponía la 23 y nos hacía bailar, aquel 23 que soñamos ver alzar la copa y que
entre idas y vueltas, lentamente, nosotros mismos hicimos olvidar. Es Omar, aquel
que debuto bajo la batuta de Carlos Bianchi detrás de uno de los que lleva en
su camiseta el número de la década; Riquelme, el que critican pero el que dejo
un legado, que de lejos tal vez, se imprime en la forma en la que Pérez corre,
hace un pase, aguanta la pelota…En la forma en que Pérez piensa y juega. No fue
Omar el autor del gol que nos volvió a hacer campeones, no fue el jugador de la
cancha aquel día, pero fue el, que sin tenerlo como objetivo, se convirtió en
el artífice de un nuevo ídolo rojo. Tal vez, por cosas de un mandamiento
superior, nos demoraremos otros cuantos años en volver a levantar el sueño
efímero, o quizás no, pero jamás se nos olvidara que escogimos un camino, impuesto
por él, camino que el mismo levanto, en ese oscuro cielo donde logro poner una
luz de esperanza, una luz de ilusión, una séptima estrella que nos ilumino y
que abrió el camino para grandes cosas y que esperamos, perduren por mucho
tiempo.
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